-
Título Si este no es mi hogar, no tengo un hogar
-
Autora Lorrie Moore
-
Editorial Seix Barral
-
Colección Biblioteca Formentor.
-
Páginas 288
-
Precio 19.90 euros
Un viaje inquietante de vivos y fantasmas Friday, 03 May 2024
La narradora neoyorquina regresa a la novela con ‘Si este no es mi hogar, no tengo un hogar’, otra incursión al límite entre la tragedia y la comedia desbordante de metáforas e ironía
Guillermo Balbona
Santander
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Viernes, 3 de mayo 2024, 07:19
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
La muerte de Paul Auster deja a la intemperie esa crónica imprescindible que hace de la lectura un ejercicio de indagación en el mundo. En la estela del autor de ‘Ciudad de cristal’ la literatura norteamericana contiene numerosos narradores donde la tragicomedia, el retrato humano tras la epidermis costumbrista, enseña la vida con todas sus heridas y su luminosidad fugaz. Una de esas voces es Lorrie Moore (Glens Falls, Nueva York, 1957) que tras un largo paréntesis de quince años ha vuelto a la novela, aunque su trayectoria haya estado salpicada por obras que la han convertido en una de las mejores cuentistas. La autora de ‘Al pie la escalera’ regresa con la escritura de un viaje muy singular entre un profesor y su expareja. Pero lo importante en ‘Si este no es mi hogar, no tengo un hogar’ (Seix Barral), como en toda creación de Moore, es el trayecto interiorizado de los personajes, la sucesión solapada de metáforas, su capacidad para recrear mundos, atmósferas íntimas, humor y desazón. La narradora juega siempe en ese campo minado de lo melodramático dominando los espacios, dejando la vida en fuera de juego, donde las palabras parecen tener una libertad efervescente, sin que ello signifique que no estén domadas por la autora. En la agitada estancia que acoge toda la historia se entremezcla la historia de amor con la propia historia presente del país.
Que los grandes nombres, dolor, muerte, vida y pasado afloren es obvio, de igual modo que la manera en que la neoyorquina va deslizando otras geografías y fronteras, y ese continuo funambulismo entre la comedia y la tragedia. Sin descuidar ese aire de misterio que le caracteriza, juega en la trama con especial singularidad un extraño diario del siglo XIX que contiene la historia de un asesino. En la autora de relatos como los que contiene su celebrado volumen ‘Pájaros de América’, y de novelas como ‘Anagramas’ y ‘El hospital de ranas’, se revela lo inquietante y perturbador, su facilidad para que la enfermedad y la muerte estén visibles en lo inmediato y en lo hondo. Y sin que ello suponga desatender a una cotidianidad transparente. Ahora se acentúa en su nueva obra que discurre, como en buena parte de su creación, entre lo terrible y lo divertido, a través de un lenguaje sutil, un tono propicio donde la ironía y la elegancia no están reñidas con zarandear los límites de ese dramatismo que subyace en lo cotitiano. «¡Cómo te echo de menos! El otro día me acordé de cuando metíamos la mano en la bolsa de las cerillas y chupábamos las usadas, sacándoles todo el jugo, con ese antojo de minerales que nos entraba, y luego nos hacíamos la raya en los ojos con las puntas tiznadas.
Lo he vuelto a hacer solo por el gusto de ver cómo me quedaría hoy, y lo único que puedo decirte es que a este pueblo no le hace ninguna falta seguir acumulando Cleopatras de imitación. Aunque estaría muy guapa con una gran serpiente colgada sobre el pecho. Fulminada por la sierpe cabeza de cobre, no hace falta decir más. Cada cosa dice cada cosa y todo lo dice todo», puede leerse en esta ficción rebosante de caminos, de sugerencias, pero sobre todo de fantasmas. En realidad supone una síntesis de lo esencial de su literatura, siempre conjugándose sobre una línea continua tenue pero firme que nunca llega a traspasar del todo los vasos comunicantes entre la vida y la muerte. ‘Si este no es mi hogar, no tengo un hogar’ es como un trío dialogante en su estructura en dos tiempos, aunque todo tiene su punto de confluencia y de fuga, su encrucijada.
Al profesor y su amada, aunque ya no sean pareja, cuya existencia discurre entre varios intentos de suicidio, se suma el hermano de aquel, un enfermo terminal internado en un centro especializado. Lo que desencadena el viaje y sus circunstancias debe descubrirlo el lector. No obstante, en ese ecosistema que genera la escritura de Lorrie Moore, entre vivos y muertos, asoma una tercera vía, en forma de diario, sobre un manuscrito hallado en una habitación de hotel. Ahí, entre voces y silencios, la novela se postula como un discurso plural sobrenatural que, sin embargo, nunca se desengancha de la realidad o como revelan los simbolismos y guiños históricos sobre el pasado y el presente estadounidense, de las elecciones a Trump, pasanmdo por ese estado de fractura y de sombra guerracivilista. El hogar del título, siempre en entredicho, es el mantra de una búsqueda, aunque sepamos que concluye en la muerte.
