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Encontrar el equilibrio en un mundo acelerado Monday, 09 October 2023

Encontrar el equilibrio en un mundo acelerado

Desde una perspectiva amplia y simplificada, pero creo que también didáctica, el ser humano se puede entender desde dos grandes áreas transversales: la genética y la experiencia


La genética es aquello que heredamos de nuestro linaje, esa impronta que nos hace reaccionar a unos y otros con intensidad emocional variable ante los inputs de la vida. Se trata de nuestra parte más temperamental, más primaria. La reacción fisiológica de activación que es propia de cada individuo. En este sentido, existen personas que responden al entorno con la aceleración de un Aston Martin y otros con «el tran tran» de un Ford Fiesta con rodaje. Los primeros serán óptimos en situaciones que requieran una reacción rápida y determinante, los segundos quizás brillen en momentos que precisen de una reflexión y un análisis más sosegado.

La experiencia, por otro lado, habla de la historia de vida, de la sucesión de experiencias que van dibujando nuestro yo, los primeros años con trazos gruesos e intensos, en la juventud y la edad adulta, con trazos más finos que definen los detalles de la personalidad. La primera infancia será determinante ya que transcurrirá en permanente interacción con nuestras figuras de apego de las que recibiremos el primer modelo de relación con el resto del mundo. Los que tengan la suerte de ser validados, reconocidos y sostenidos por aquellos que los cuiden, crecerán con cierta seguridad básica y entenderán el mundo como un campo de juego y exploración en el que es posible atreverse y avanzar sin miedo. Los que crezcan en entornos más distantes, más ansiosos, más solitarios, incluso invalidantes o negligentes, se desarrollarán de una manera más temerosa y entenderán el mundo como un lugar algo más amenazante en el que conviene tener cuidado y mantener una mínima alerta sostenida, por lo que pudiera pasar. Entendamos estos ejemplos, no como compartimentos estancos sino como los dos polos de una dimensión en dónde nos moveremos a lo largo de la vida.

En cualquier caso, todos atesoramos en nuestra historia, experiencias nutrientes, de triunfo, de reconocimiento que nos han ayudado a descubrir los recursos y virtudes personales. Esa parte de nosotros mismos con la que es bueno ser exigentes y aspirar a dar lo mejor. También, aunque menos amables de recordar, habitan en la historia personal, las experiencias de soledad, incomprensión y sufrimiento que nos han dejado inevitablemente algunas cicatrices. Con ellas, el gran reto es activar una habilidad tan importante y desconocida en su esencia, como es la aceptación.

Entendiendo este marco básico y observando a cada individuo como una constante y bella danza entre lo legado y lo vivido, nos damos cuenta de que el bienestar individual contiene una buena dosis de subjetividad. Cada ser humano, entonces, deberá, con buena orientación, recorrer su senda y mencionando a Machado «hacer camino al andar».

Pare empezar a caminar esta ruta, una buena pauta es entrenar la consciencia. La del propio temperamento y la de la historia personal que nos ofrece una precisa brújula de autoconocimiento con la que saber situarnos.

Pero más allá de la historia, la realidad sucede aquí y ahora y nos brinda la oportunidad de vivir nuevas experiencias que se descubrirán como reguladoras o desestabilizadoras del estado emocional. La exigencia del trabajo, el cuidado de la familia o los desencuentros con las amistades deben ser equilibrados por momentos de descanso, deporte, aficiones … que lejos de ser actos egoístas son una inversión para volver al terreno de juego en una disposición que nos permita aportar más y mejor a las personas y los entornos que nos importan. Un buen equilibrio entre los estresores y reguladores diarios será un buen compañero que nos ayude a continuar en el camino del bienestar.

Para ir terminando. Los seres humanos necesitamos dar sentido a la actividad diaria y sentir que estamos invirtiendo el tiempo y la energía en proyectos y personas que son de relevancia para nosotros. La familia, la espiritualidad, las amistades, la salud, la carrera profesional o el crecimiento personal son algunas de las grandes áreas vitales que actúan como motores de la existencia. Reflexionar acerca de nuestras prioridades y la energía que estamos dispuestos a invertir en ellas nos ayuda a sostenernos y seguir adelante cuando el viento arrecia. La reflexión acerca del sentido que tienen para nosotros las diferentes actividades en las que invertimos nuestro tiempo y sobre si estas nos guían en la dirección que queremos seguir se muestra como una herramienta para evitar el extravío en este recorrido personal.

El modelo de bienestar que se propone aquí, por tanto, orienta hacia el desarrollo de seres humanos conscientes de su temperamento y de su historia. Personas que se ocupan y preocupan de guardar un equilibrio entre los estresores y reguladores disponibles e individuos que reflexionan sobre la dirección en la que navegan sus vidas, haciéndose cargo de sus decisiones, exigiéndose en sus fortalezas y cuidándose en sus fragilidades con el objetivo de ofrecer y ofrecerse la mejor y más saludable versión de sí mismos.

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