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Una oficina en Japón te demuestra que el gran cisma de la OTAN sigue vivo Friday, 09 June 2023

El Gobierno de Japón lleva más de 15 años luchando por abrir una oficina. Los esfuerzos comenzaron en 2007, durante el primer —y breve— mandato de Shinzo Abe, y estaban destinados a dar frutos el próximo año, bajo el actual Ejecutivo de Fumio Kishida. No hablamos de un edificio cualquiera, sino de uno que serviría de enlace con la OTAN. El organismo cuenta con más de una decena de estas delegaciones en países que no forman parte de la alianza militar, pero esta sería la primera situada en la región del Indopacífico. Sin embargo, cuando su apertura parecía garantizada, los deseos nipones se han encontrado con un predecible enemigo: Francia.

El Financial Times reveló esta semana que el presidente francés, Emmanuel Macron, se ha posicionado contra la propuesta de la OTAN de abrir esta oficina en Tokio. El reporte, que cita a ocho fuentes con conocimiento del caso, afirma que la posición gala lleva “meses” complicando las negociaciones al respecto. Dado que se trata de una decisión que requiere de la unanimidad de los integrantes de la Alianza, el Elíseo cuenta con la capacidad de bloquearla por completo.

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Las razones del bando francés para oponerse a la apertura de la delegación no son ningún secreto. “La OTAN (significa) Organización del Tratado del Atlántico Norte. Y tanto el artículo V como el artículo VI limitan claramente su alcance”, manifestó un funcionario francés a The Guardian el pasado martes. La Alianza, afirma el Elíseo, debe permanecer centrada en su propia región y no aventurarse más allá, una visión diametralmente opuesta a la de Japón, pero también a la de Estados Unidos, un país que lleva cerca de una década impulsando un giro del organismo hacia el Indopacífico.

El choque entre estas dos posturas se produce a las puertas de la cumbre anual de la OTAN que tendrá lugar el próximo 11 y 12 de julio en Vilnius, la capital de Lituania. También llegan casi un año después del anterior encuentro en Madrid, donde tuvo lugar la primera inclusión de China en el Concepto Estratégico de la Alianza, su hoja de ruta que es actualizada cada 10 años. En esta, se advierte que las “ambiciones declaradas y el comportamiento asertivo” de China suponen “desafíos sistemáticos para la seguridad transatlántica”.

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Pero a pesar del aparente acuerdo en torno a China, Francia —y, aunque de forma menos vocal, la mayoría de las potencias europeas de la OTAN— sigue contando con una visión muy distinta sobre Pekín que sus aliados estadounidenses. Antes del estallido de la guerra en Ucrania, las reticencias en torno al rol que la Alianza debe tener en el Indopacífico constituía el principal cisma entre ambos lados del Atlántico. La invasión a gran escala ordenada por Vladímir Putin volvió a centrar la mirada de Washington hacia el escenario europeo, sanando temporalmente estas divisiones. Sin embargo, como evidencia la cuestión japonesa, éstas siguen vivas y a la espera de volver al foco.

Detrás del eclipse ucraniano

Aunque eclipsada por la actual apariencia de unidad transatlántica, surgida a raíz de la invasión rusa a gran escala de Ucrania, la divergencia de opiniones entre París y Washington lleva tiempo en cocción lenta. “Lo que estamos viendo es una consecuencia del distanciamiento estratégico entre Francia y Estados Unidos”, analiza Felix Arteaga, investigador principal del Real Instituto Elcano, en entrevista con El Confidencial. “Es un distanciamiento que lleva tiempo en curso, que se agudizó durante la Administración de Donald Trump y que alcanzó su pico con el lanzamiento del Aukus”, agrega el experto, en referencia a la alianza militar entre EEUU, Reino Unido y Australia que dejó a París de lado —y sin una serie de contratos para el suministro de submarinos nucleares— sin aviso previo.

Foto: Bruno Le Maire. (Reuters)
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Más allá de este reciente bache, la relación entre Estados Unidos y Francia cuenta con un largo historial de desavenencias en materia de seguridad, el cual se remonta a la presidencia de Charles De Gaulle (1959-1969), quien criticó a Estados Unidos por la Guerra de Vietnam, desarrolló el armamento nuclear francés y distanció al país de la OTAN. Este legado continúa hasta nuestros días, como pudo apreciarse en 2019, cuando Emmanuel Macron aseguró que la Alianza se encontraba en un estado de “muerte cerebral”.

Macron ha reiterado en múltiples ocasiones su convicción de que Europa necesita elaborar una arquitectura de seguridad independiente que no dependa de los intereses estadounidenses. Esta obsesión causó una considerable cantidad de ruido durante el viaje del mandatario francés a China el pasado mes de abril, cuando afirmó que el viejo continente no debería seguir la postura de Washington sobre Taiwán. “Francia, en lo respectivo a la competición entre China y Estados Unidos, ha anunciado una política que se resume en ‘ni alineado ni equidistante’. Y eso es importante, porque está intentando trasladar esa postura al nivel regional europeo”, apunta Arteaga.

En este aspecto, Macron cuenta con un terreno fértil. Sus palabras sobre Taiwán, la isla que supone el mayor punto de fricción entre China y Estados Unidos, causaron revuelo en ambos lados del Atlántico, con una respuesta especialmente furibunda por parte del establishment de política exterior de Washington. Sin embargo, el pulso europeo parece acompañar al del líder galo. Una reciente encuesta multinacional elaborada por el European Council on Foreign Relations (ECFR) revela que, pese al enorme grado de involucración de Estados Unidos a la hora de hacer frente a Moscú, en Ucrania, pocos en el continente consideran que es necesario devolver el favor en Pekín.

En el hipotético caso de un estallido del conflicto entre Estados Unidos y China por Taiwán, solo cerca del 25% de los europeos desearía que su país se posicionara del lado de Washington, mientras que una clara mayoría —superior al 50% en prácticamente todos los casos— preferiría apostar por la neutralidad. En el caso concreto de España, un 24% querría apoyar al país norteamericano, un 6% al asiático y un aplastante 64% no posicionarse de un bando o de otro. La razón, señala el informe del ECFR, es que “los europeos no parecen compartir la opinión de muchos estrategas estadounidenses de que el flanco oriental de la OTAN y el Indo-Pacífico son dos teatros interconectados (por ejemplo, debido a la cooperación entre Rusia y China)”.

Esta es, precisamente, la línea argumental que se ha intentado promover desde Tokio y la dirección de la Alianza. “Tengo un fuerte sentido de urgencia, porque la Ucrania de hoy puede ser el este asiático de mañana”, declaró el primer ministro japonés, Fumio Kishida, hace exactamente un año. Por su parte, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, manifestó recientemente que “lo que sucede en Asia es importante para Europa y lo que sucede en Europa es importante para Asia y, por lo tanto, es aún más importante que los aliados de la OTAN fortalezcan nuestra asociación con nuestros socios del Indopacífico”.

El Gobierno chino, por su parte, ha criticado duramente cualquier acercamiento de la Alianza Atlántica a la región, incluyendo los recientes rumores sobre la apertura de la oficina en Tokio. “La continua expansión de la OTAN hacia el Indopacífico, la interferencia en los asuntos regionales, los intentos de destruir la paz y la estabilidad regionales y la presión por la confrontación entre bloques exige una gran vigilancia por parte de los países de la región”, advirtió un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China la semana pasada.

Debate de largo recorrido

El debate, no obstante, está lejos de terminar y va camino de intensificarse de cara a la cumbre en Vilnius. A este encuentro acudirán, como ya ocurrió el año pasado en Madrid, el propio Kishida y el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, por lo que las discusiones en torno al rol que la OTAN debe jugar en la región están garantizadas.

Foto: Visitantes en una exposición sobre el Partido Comunista chino. (Reuters/Tingshu Wang)
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Dado el historial de la Alianza, el argumento francés en torno a los artículos V y VI del tratado —en los que solo se especifican las regiones de Europa o en América del Norte como escenarios de actuación— se enfrentará a considerables desafíos. Arteaga considera que “a estas alturas, argumentar que cierto territorio queda fuera del tratado no es de recibo”. “No se le puede pedir a la OTAN ahora que solo concentre en el Atlántico Norte cuando Francia y todos los demás países europeos le pedimos en el pasado que abandonara el área de aplicación del tratado para que actuara en los Balcanes, en Afganistán o donde hiciera falta”, sentencia el investigador de Elcano.

La OTAN y Japón, por otra parte, también tienen planeado mejorar su cooperación mediante la firma de un Programa de Asociación Individualmente Adaptado (ITPP, por sus siglas en inglés) antes de la cumbre, un tipo de acuerdo que la Alianza ofrece a sus socios más cercanos. Según han manifestado en el pasado, las dos partes buscan profundizar la relación para abordar las amenazas cibernéticas, coordinar posturas sobre tecnologías disruptivas e intercambiar estrategias para la lucha contra la desinformación.


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